"Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas"
Jorge Luis Borges (La Biblioteca de Babel)
I
Mi abuelo era un amante de los libros. En su oficina de abogado tenía una pequeña biblioteca que era poco menos que sagrada; de niño entré por mucho, unas tres veces. Era un garaje modificado con una pequeña puerta que te transportaba a la magia del libro viejo: ese cautivador y empastado encanto de la humedad y el alérgeno. Los más grandes lo disfrutaron más; nosotros los nietos pequeños, criaturas de dedos pegajosos, imberbe ludismo y propensión al desastre, admiraríamos aquel lugar con una mezcla de cautela y asombro no en poco fundada por la advertencia adulta de mantener la distancia.
II
Nunca le tuve miedo a los doctores, pero la oficina de mi pediatra se volvió mucho más interesante cuando se movió a lo que hoy todavía se llama Barrio El Benque, justo a la par de la Librería Coello. Las consultas con mi madre al Dr. Lanza (bastante frecuentes por mis padecimientos respiratorios) eran siempre acompañadas por la consabida visita a sus literarios vecinos. Aquí el anzuelo eran esas pastas brillantes, esos mundos guardados y coloridos que me brincaban con olor a nuevo mientras mi mamá, autora intelectual y mecenas obligada de estas escapadas, se perdía también hojeando sin revisar el reloj.
III
Era más o menos la mitad de mi carrera universitaria, justo en ese momento de adolescencia profesional que deambulamos entre lo que creemos que nos gusta, lo que buscamos entender y lo que nos dicen que podemos llegar a ser. Mi profesora de Literatura era una talentosa (y todavía reconocida) poetisa que al enseñar mezclaba su pasión por la poesía con un interés por la cultura garífuna que para nuestro inmaduro criterio veintiañero, rayaba en la obsesión. Pero lo que Indirah Flamenco nunca supo es que enmedio del estudio del wayunagu de los garinagu, yo le iba diciendo buiti achüluruni a la cadenciosa figura de la poesía.
IV
Es una madrugada de agosto en pleno siglo veintiuno. Estoy leyendo un libro que literalmente me ilumina con cada página. De hecho me ilumina tanto que molesta. El libro se comienza a sentir cada vez más pesado pero estoy subrayando varios párrafos que quiero dejar guardados. Agradezco no sólo que puedo navegar el texto y visitar cualquier hipervínculo y pie de página con el poder de la yema del dedo, sino que apenas unas horas antes "bajé" esta nueva versión del "Kindle App para iPad" con el diccionario incorporado.
V
Cinco horas después me estoy bañando medio desvelado y comienzo a pensar en la experiencia de la madrugada. Aparte, recuerdo que leí en el NY Times que Amazon vende ahora 180 libros en el Kindle por cada 100 libros físicos y meses antes que se habían ya descargado más de 1.5 millones de libros del iPad.
Y me golpea la verdad:
Y me golpea la verdad:
¿Dónde van a estar esos misteriosos libros que cautivarán a mis nietos? ¿A dónde los van a llevar mis hijos para que se pierdan horas sintiendo papel en sus manos? ¿Con que tinta los enamorará de la poesía alguna extravagante profesora?
Probablemente estemos perdiendo la magia... o simplemente cambiando de hechizos.
Probablemente estemos perdiendo la magia... o simplemente cambiando de hechizos.
Hace poco entre a la biblioteca de la abuela de mi esposo y quede asombrada de ver que alguien guardara todavía semejante cantidad de libros. Te confieso que estaba tan fascinada que llame a mi hijo de 8 años a que viera el tesoro que yo había encontrado, pero a el no pareció importarle en lo mas mínimo y recordé cuando hace unos años le dije a mi papá (yo lo único que quiero que me des son todos esos libros que tienes en el estudio) y el me contestó sintiendose muy halagado "no pensé que los quisieras" en realidad yo sigo leyendo libros, cuando mi papá termian de leer un libro, comienza a leerlo mi mamá y cuando ella lo termina me lo pasan a mi, y ahora entiendo porque yo no puedo leerlos todos cuando mi excusa era no me da tiempo de leerlos todos! como lo hacen ustedes? en realidad el tiempo me lo ha quitado la computadora :). Para terminar te digo que quisiera ver a mis hijos leer esos libros que tanto me apasionan a mi, no se si llegaré a verlo pues al menos al mayor lo qeu le interesa es cu laptop, su nintendo, su teléfono celular. Pero yo quiero conservar los libros de mi padre en mi casa siempre.
ReplyDeleteYo creo que al libro físico le pasará lo mismo que a los discos de vinilo. Quedaremos algunos que preferiremos la "calidad" de un libro en papel, ese objeto físico con olor y textura.
ReplyDeletePara mi, hay algo mágico en la lectura que ni el Kindle ni ningún lector podrán llenar (aún cuando quiera uno, para mis PDF mas "académicos").
Saludos
Toda la razón, Diana. Yo creo que el secreto con los niños será que todas estas plataformas electrónicas realmente les van a "hablar" en su idioma.
ReplyDeleteMe imagino que para tu hijo será más mucho más fácil enamorarse de un iPad, un Kindle o cualquier aparato nuevo que esté de moda cuando sea más grande que de la magia que tenían los libros de tu papá.
Ahí es donde digo, quizá la magia sigue. Pero cambió el envase.
Cambiando de hechizos, I hope . . . despues de todo, las palabras tienen magia, aunque sean compuestas de e-ink y no de tinta de verdad. Me ha tomado un rato pasarme al Kindle, y a su lado en my mesa de noche todavia hay varios libros de papel . . . por no contar los centenares de libros en otros cuartos. Y hasta poderles confiar un aparato de $180, mis hijos seran leyendo en papel . . .
ReplyDeleteAl mismo tiempo, piensa en lo que Tatin jamas se hubiera imaginado . . . que cualquier caso legal que quisiera investigar, lo podia encontrar en segundos a medio de la magia de los archivos digitales.
We must teach this generation to manage the sheer volume of information they find so readily available at their fingertips, and to learn to remain absorbed in one thing long enough to learn from it. As a wise woman once told me, especially in spiritual things, it is better to be a bee than a butterfly, and I fear we're raising a generation of butterflies.
A timely musing, and an issue I turn to often myself as a lover of books.
Yo ni sabía que tenías hijos!!! ja! sorry, me quedo picando.... :-)
ReplyDeleteRogelio, gran post. Hace poco tropecé con uno (http://bit.ly/aBYpll) que hablaba de algo similar y del cual me quedó grabada la siguiente idea:
ReplyDelete"Internet ha traído numerosos cambios culturales. No vamos a demonizar aquí algo bueno e inevitable, como la lluvia o el teléfono, pero es un hecho que los inventos ponen nerviosa a la gente. La fotografía anunció el fin de la pintura, el cine el fin de la fotografía, la televisión el fin del cine y la computadora el fin de la televisión. El resultado suele ser el opuesto. Cada nueva tecnología prestigia a la anterior: el plástico ennoblece al vidrio, el vidrio al bronce y el bronce a la piedra"
Ojalá los iPad, Kindles, Nooks y sus semejantes lo que hagan sea ennoblecer esos hermosos objetos que son los libros. Así quizá, más que perderlos, terminemos queriéndolos más.
Abrazo!
¡Qué buen artículo!
ReplyDeleteLa verdad no he tenido la oportunidad de probar la "magia" de leer libros en un iPad o Kindle; pero creo que algo que sí permiten estas plataformas es el acceso a más libros. Porque aquí en San Pedro Sula, he visitado al menos unas 15 veces (y no estoy exagerando) la librería en busca de una copia en inglés de OUTLIERS de Malcolm Gladwell y siempre me pinchan el globo con una excusa...
Con un iPad, ¡hace meses lo hubiera leído!
Pero aún así no renuncio al sueño de algún día ostentar mi propia biblioteca con muchos libros viejos y nuevos, hojas con tinta negra y ese olor característico.