Hexacosioihexecontahexafóbicos Anónimos

Son las 7:42 de la noche del día 6 del mes 6 del año 6. Y estoy vivo y escribiendo.

Para aumentar el dramatismo del día estuve tentado a sentarme a escribir a las 6 de la tarde, pero además de que me costó coordinar mi horario para hacerlo, hasta el momento nadie ha expuesto la teoría de que el 6666 sea más fatídico que la otra versión.

No lo puedo negar, me he divertido. Porque mientras no sean las propias, las paranoias entretienen.

Por ejemplo en el noticiero de la mañana me enteré de de que si cuentas las letras de los nombres y el apellido del ex-presidente estadounidense Reagan (Ronald Wilson Reagan) obtienes... ¿adivina? ¡3 veces el número seis! Aparte, me enteré que Mr. Reagan mandó a cambiar el número de su casa de 666, a 668.

¿Otros datos curiosos? En China este número es considerado de suerte y en Japón sumar las denominaciones de las monedas (¥500, 100, 50, 10, 5, 1) da cómo resultado el célebre dígito (Lo mismo pasaría en mi natal Honduras con las denominaciones de los billetes, de no ser porque existe uno de 20 y otro de 2, prueba de que no tenemos nada de bestias... o nos pasamos).

Y uno más, que de ser cierto confirma que no sólo Bill Gates con sus PC’s es fiel candidato a anticristo: ¿Saben cual dicen que fue el precio de la primera computadora Apple? $666.66 Take that Macintosh lovers!

Claro, por supuesto no podía faltar que Hollywood y los mercadólogos del entretenimiento se aprovecharan de la fecha. ¿Cuándo es el estreno del remake de la famosa película The Omen (La Profecía)? ¿Cuándo más? ¡Hoy! Esa no se le ocurre ni a Damián. Tan obvia pero tan comercialmente acertada.

Y todavía un dato más: La ciudad de Rotterdam, en Holanda, celebra justo este año 666 años de haber sido fundada ¿Coincidencia?

Los humanos tenemos una fascinación con lo arcano, lo enigmático y lo que (usando las palabras de los icónicos y nostálgicos Thundercats de nuestra generación X) “nos permita ver más allá de lo evidente". ¿Será parte de la incesante necesidad de materializar nuestros temores? ¿O que requerimos graficar o marcar la maldad para poder así reconocerla y distarla de nuestras propias ideas sobre el bien? O simplemente, que todos tenemos algo de Hexacosioihexecontahexafóbicos (Que como ya se habrán imaginado, es la fobia al número en cuestion).

No sé que fue exactamente lo que vislumbró Juan en la isla de Patmos cuando registró por primera vez la historia de este misterioso número en su libro de Revelación. Existen completos y balanceados estudios teológicos sobre el tema, pero probablemente nunca lo sabremos a ciencia cierta o quizás lo entenderemos cuando llegue el verdadero “fin del mundo”.

Pero por hoy, mientras llega, decido esperar. Pues como cantó R.E.M: Es el fin del mundo como lo conocemos (¡Y me siento bien!)