Tuesday, May 01, 2007

A Case of the Wandering Eyes

Hace unas semanas haciendo fila en un banco sucedió algo que me ha pasado ya muchas veces y en diferentes contextos. Éramos sólo hombres esperando nuestro turno a la caja cuando de repente, rompiendo el monótono y frío ambiente financiero, una joven de poca falda y mucha piel se sentó en la zona de atención al cliente.

Durante los siete minutos siguientes algo cambió: El anónimo ambiente se convirtió en miradas de complicidad colectiva hacia una sola dirección, y luego en disimuladas sonrisas acompañadas de ligeros movimientos de aprobación unánime. Y ya para el minuto seis, en uno que otro comentario “sotto voce” manifestando genuina admiración por la presencia de esta sorpresiva náyade bancaria.

Fue así que por unos minutos, doce extraños (entre clientes y cajeros) nos encontramos unidos por un repentino e invisible vínculo de identificación masculina. En ese momento éramos un poco más que una manada de lobos acechando una presa… que igual no pensábamos atacar (por lo menos no en un banco). ¿Por qué? porque cuando del cuerpo femenino se trata, los hombres tenemos ojos inquietos. Todos. Sin excepción.

Es este pequeño detalle “de fábrica” el que muchas veces causa problemas entre las parejas. Hace un tiempo, mientras filmábamos un comercial de zapatos que requería modelos en mini falda caminando en pleno centro de San José, un peatón que pasaba junto a su esposa literalmente dejó de caminar para no perderse el espectáculo. La reacción de su pareja fue inmediata, y con un amenazante y disgustado “¡Diay!” lo jaló fuertemente del brazo mientras el tipo sin perder un segundo de respuesta le contestó aún con una gran sonrisa en el rostro: “Si estaba viendo los zapaaaatoooos”.

Hace unos años, a un amigo le atribuíamos una habilidad especial: Había desarrollado la capacidad de manejar manteniendo su ojo derecho (el que su novia podía ver desde el lado del pasajero) viendo impávidamente hacia el frente mientras el izquierdo había evolucionado una rotación telescópica-periférica con alcance de 360º.

Puedo entender que este “defecto de fábrica” masculina moleste a las mujeres. De verdad que sí. Y me parece una grave falta de respeto tanto para las esposas, novias, amigas o hermanas que nos acompañan como para las “observadas”. Sobre todo cuando la admiración cambia y se cae en morbo e irrespeto. Creo que así como es parte de nuestra naturaleza el sentirnos atraídos a admirar el cuerpo femenino, también el carácter nos brinda auto control y la sociedad no enseña respeto.

Probablemente “en manada” sigamos experimentando momentos de identificación masculina como el vivido en aquel banco. Que serán normales mientras no se cruce la línea del respeto. Pero eso sí, si estamos en compañía femenina, seamos sensibles y considerados. Y si acaso nos “pescan”, también honestos. Probablemente estábamos viendo algo más que los zapatos.

No comments:

Post a Comment