Thursday, January 18, 2007

La Escalera - Por Dorisolina Martínez Reina

Tenemos una escalera. Una escalera metálica. Como de cinco o seis peldaños. Está ya bastante deteriorada: Oxidada, floja, deforme… pero sigue siendo nuestra escalera. Antes, fue la de nuestros padres.

Pero lo más divertido, y hasta gratificante, es que ahora es “la escalera del barrio”. El vecino de al lado pide la escalera prestada, y él, a su vez, la presta al vecino de enfrente.

José, quien trabaja con nosotros en la casa, pregunta: “Wilfredo quiere saber si le prestamos la escalera”. “Claro ¡por supuesto!”, contesto yo. Otro día, José consulta: “Dice Kevin -otro vecino- que si le prestamos la escalera” y nuevamente yo respondo “Adelante, ¡que se la lleve!”. Y sigue la escalera “dando función”: para pintar paredes, para hacer reparaciones eléctricas, para bajar las hojas secas de los tejados y hasta para colgar arreglos o armar el árbol en tiempos de navidad. Todos tenemos escalera y, ¡todos la compartimos!

Pero anoche me llevé una sorpresa. Vi a Manuel (esposo de América, que trabajó con nosotros hace un tiempo y vive con Manuel en otro vecindario), entrando con la susodicha escalera por el portón.

“¡Gracias por la escalera! ¡Me ayudó mucho! ¿Dónde la pongo?”

Sonriendo y asombrada, contesté: “Atrás Manuel, y gracias”.

¡La escalera ya salió del barrio!

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Doña Doris de Umaña (como la mayoría de gente la conoce), es mi madre. Y perpetuando el legado de mi abuelo, la mayor responsable de nuestro amor por las letras. Doña Doris vive en San Pedro Sula, Honduras, junto a Don Alfredo Umaña Fuller, mi padre. Y hasta donde entiendo... siguen compartiendo la escalera con todos.

1 comment:

  1. Anonymous9:29 AM

    Antes de tomarme el tiempo para escribir este comentario, me senté cómodamente en la "silla presidencial" (como la llaman mis compañeros de trabajo), con mi acostumbrada jarra de cafecito y un sandwich para poder tener energía suficiente para enfrentarme al día de hoy...una vez hecho todo esto y de haber leído por segunda o tercera ocasión el artículo de doña Doris (a quien no tengo el gusto de conocer en persona, pero me la imagino...gracias a Roge) decidí robarme unos minutos de mi trabajo para analizar sus palabras, así como a mí misma.
    Yo no tengo una escalera, tengo una "silla presidencial" que me da mucha pena admitirlo,pero pocas veces la comparto con mis "compas" precisamente por lo cómoda que es, sin embargo ellos se aprovechan de cuando no estoy en la oficina para usarla (ojos que no ven, corazón que no siente) y en algunas ocasiones, por jugarme una broma, esperan el menor descuido para cogerla y sentarse (debo aclarar que esa es la única silla lo suficientemente alta para que yo pueda trabajar cómodamente en mi escritorio). No me crean tan egoísta!
    Sin embargo, esa bendita silla ha sido testigo de muchas cosas que sí comparto con mis amigos o "manillos" (término que al igual que "compa" es usado por ellos, veinteañeros todos,cuando tienen suficiente cariño y confianza a alguien). Sentada en esa silla he escuchado con atención a más de uno de mis compañeros/compañeras que llegan al trabajo con sus problemas familiares y/o emocionales; esa silla me ha visto "presidir" un chat en donde nos unimos mis "compas" y yo a bromear unos con otros o unos de otros...esa misma silla me ha permitido estar cómodamente sentada al menos 1 larga hora más después de mi jornada laboral, chateando con una jovencita (alumna mía) quien lloraba desconsolada porque según ella, sus padres no la comprenden...esa dichosa silla me ha visto dar diferentes tipos de terapia,me ha visto dormir(jeje), reir, bromear y aunque no lo crean, me ha visto trabajar...pero quizás lo que más le agradezco es poder estar sentada, insisto, cómodamente cuando yo misma soy la que está mal, triste, deprimida, etc. chateando en medio de un mar de lágrimas, con quien esté dispuesto a leer todo lo que me pasa en ese momento.
    A diferencia de la escalera de la familia Umaña, mi silla no sale de la oficina, pero ambos "objetos" tienen algo en común: cumplen más de una función sin preguntar por qué o a quién.
    Pienso que absolutamente todos tenemos algo que prestar o compartir(y no precisamente un sustantivo tangible). Tal vez si buscamos en el sótano, bodega, patio o como lo que tenemos la mayoría de las familias ticas -el cuarto de "chunches" o "tiliches"- pero de nuestro corazón, nos daríamos cuenta que eso, bueno o malo, agradable o no, que guardamos ahí sería de gran ayuda para otros.

    Que no nos de pena compartirlo!!

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