Pero llegó un nuevo año… y un nuevo sistema.
Después de dos semanas de capacitación intensa para todos, a finales del año pasado, estrenamos este 2007 con un flamante sistema digital de órdenes de trabajo. Y no es que tenga nada en contra de la tecnología, yo soy el mismo que
Cuando las órdenes me llegaban en palpable y depredadora pulpa de árbol, las láminas blancas navegaban muy poco amenazadoras sobre mi escritorio, los asientos de mi carro y hasta el sofá de mi casa, sin que realmente se convirtieran en intimidantes herramientas de presión.
¿Pero ahora? Mi mismo amor por la tecnología se ha vuelto contra mí: Las notificaciones de trabajos nuevos van acumulándose en mi “Inbox” de tal forma, que mi casi compulsiva obsesión por mantener ordenadas las carpetas de mi Outlook logran convertir más de 4 mensajes sin abrir, en una tortura.
Y aparte: ¡Ahora no le puedo quedar mal al sistema! A diferencia del papel, no puedo esconder la pantalla: Ese luminoso ojo gigante de mi computadora me amenaza minuto a minuto como mi propia y cotidiana versión de Big Brother o HAL9000
Claro, tengo que reconocer que mi productividad ha subido. Si existía alguna forma de ordenarme y hacerme trabajar más efectivamente, era esta.
Pero en este momento, después de terminar la última orden del día y mientras cierro el sistema para escribir esto, puedo casi asegurarles que lo escuché decir: I’ll be Back!